Cuando el otro día me enteré de que Apple se ofrece a congelar los óvulos de sus empleadas, me fui corriendo a la puerta de su megatienda en la Puerta de Sol, (la misma que le mangó a los madrileños el histórico neón del Tío Pepe) para unirme a las miles de feministas que imaginaba estarían ya congregadas allí protestando por una propuesta tan insultante. Y efectivamente, había cientos de personas, pero no protestando, sino haciendo cola para apoquinar los 900 pavos que cuesta el nuevo iphone 6.
Una medida disfrazada de “apoyo a la maternidad” que no es otra cosa que un insulto a las mujeres que trabajan y que además quieren ser madres. La voracidad de las empresas ha llegado a un límite difícil de imaginar. Las declaraciones de Tim Cook, actual director ejecutivo de Apple Inc., están cargadas de demagogia cuando afirma cosas como: “Nosotros queremos darle poder a las mujeres en Apple para que realicen el mejor trabajo de su vida mientras cuidan a sus seres queridos y crían a sus familias”. Señor Cook, ¿Cómo van a cuidar las mujeres de sus seres queridos y criar a sus familias si las está usted incitando a que aplacen su maternidad congelando sus óvulos?


Apple y Facebook, que también camina por está por esta “generosa” senda de la criopreservación para sus empleadas, además de ser dos de las empresas más poderosas del planeta, son la vanguardia de las nuevas tecnologías. Están en condiciones de ofrecer alternativas para fomentar verdaderamente la maternidad, están más que capacitadas para dar soluciones para compaginar la vida laboral con la familiar. Desde el trabajo en casa, hasta guarderías en los propios centros de trabajo, las posibilidades sólo dependen de la imaginación y la buena voluntad. Pero me temo que a los dos colosos no les salen las cuentas. Los 20.000 dólares que cuesta la congelación de los óvolos deben ser pocos en comparación con otras medidas. Apple ya ha dado muestras de su desbordante imaginación contable desde el día que consiguió que la Agencia Tributaria española les devolviera pasta al declarar pérdidas ¡Toma!

José Cabanach
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