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"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

jueves, 9 de agosto de 2012

Venezuela viola los derechos humanos


Venezuela viola los derechos humanos básicos, según el úl­timo informe de la Comisión Interamericana de Derechos Hu­manos (CIDH), institución miembro de la Organización de Esta­dos Americanos. Aunque el informe no alude explícitamente a la libertad religiosa, sí destaca “el uso abusivo del derecho penal  y la afectación a la libertad de expresión”. Por este motivo, por ser libre para denunciar la falta de derechos, las crecientes de­sigualdades o las arbitrariedades del poder, la Iglesia se ha convertido en objeto de la dialéctica del Gobierno y, de ma­nera especial, de su presidente, Hugo Chávez.  Así, el presiden­te ha calificado al Cardenal Urosa de ‘troglodita’, en reiteradas ocasiones; ha aventurado que la Iglesia Católica es aliada política de la oposición, o que el Papa, Benedicto XVI, “no es nin­gún embajador de Cristo en la Tierra como ellos dicen”. Ade­más, ha implicado directamente al fallecido Cardenal Velasco en el fallido golpe de estado de 2002. En reiteradas ocasiones, Chávez ha utilizado los medios de comunicación para atacar, vejar o mofarse de la Iglesia Católica.
Uno de los ataques más virulentos tuvo lugar en julio de 2010, después de que los obispos señalaran que “es inaceptable la imposición de un ‘Estado socialista’ que se inspira en el régimen comunista cubano y se ha venido concretando a través de leyes que desconocen la voluntad popular y la Constitución”.

No os acostumbréis a la situación en Siria. Testimonio de un sacerdote católico



Con gran preocupación por el curso que está tomando el conflicto en Siria un sacerdote relata en conversación telefónica con Ayuda a la Iglesia Necesitada cómo están viviendo los habitantes de Damasco la situación en los últimos días. Al mismo tiempo el sacerdote hace un llamamiento para que el mundo no se acostumbre a esta situación de violencia.

“El sábado tuvimos de nuevo bombardeos, yo estaba en otro barrio de la ciudad, así que cuando se oyeron las primeras bombas decidí regresar a casa. Fue imposible encontrar un medio de transporte y tuve que cruzar la ciudad andando. Me sentía en un mundo “irreal”. Muchas tiendas están cerradas pero algunas todavía abren, la gente necesita seguir ganando algo de dinero para sobrevivir. Durante el camino escuchaba una y otra vez una expresión que era como un clamor unánime: ‘Oh, Señor’; una expresión muy árabe.”

La situación en Alepo, según este sacerdote, es mucho más difícil y dramática que en Damasco. El número de cristianos en esta ciudad es mayor, ya que la gran parte de la minoría cristiana se encuentra en Alepo. La tensión y el miedo son enormes. “Es importantísima la labor que están haciendo mis hermanos sacerdotes y religiosos en esta ciudad, su presencia entre los que sufren da consuelo y alimento espiritual. En una situación como la que estamos pasando se aprecia que la religión no es algo arcaico, obsoleto o privado, como nos quieren hacer pensar a veces, las personas aquí no pueden hacer nada para que las cosas tomen otro curso a nivel político, pero necesitan un apoyo espiritual que les devuelva la paz al corazón y hay que alimentar la fe y la esperanza, aunque el estallido de las bombas nos asuste”, comenta el sacerdote.

Refiriéndose a la situación de los refugiados internos el sacerdote describe la gran labor que está realizando la Iglesia: “Se habla de más de un millón de refugiados internos, que se mueven de un barrio a otro o a otras partes de Siria… Pero es una cosa muy precaria porque nunca se sabe cuánto se va a poder estar ahí. Muchos tienen terror a volver a sus casas. Las diferentes organizaciones de ayuda de la Iglesia se están moviendo mucho para buscar fondos, intentar dar un poco de dignidad a esas personas, alquilar casas”. Especialmente difícil es hacerse a la idea de lo que significa la situación para los niños y jóvenes - la población siria es muy joven –, teniendo que estar prácticamente encerrados a 38° o 40° de calor, sin ventiladores muchas veces. “Psicológicamente es una carga enorme”, ha dicho este sacerdote.

Lo más importante y difícil a la vez para él es “no perder la sonrisa”. La gente tiene mucho miedo, “es difícil pensar o hablar de otra cosa, pero con ello la angustia y el dolor no hace sino crecer. Todos queremos que esto termine. A veces uno siente tanto cansancio…, pero no pierdo la fe. Tenemos un papel muy importante. En mi homilía del domingo intenté que los fieles que venían con un peso tan grande, salieran mas aliviados. Es importante recordar a la gente que no somos solo materia, el espíritu es más que todo eso.”

“Siento cansancio” dice el sacerdote. El rezo del salmo 33 “Está lejos del mal, haz el bien, busca la paz y síguela”, o la oración de Santa Teresa “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa: Sólo Dios basta” son una fuente de consuelo y ánimo para el sacerdote. Para finalizar hace también un llamamiento claro: “De que nos sirve toda esa tecnología y desarrollo del siglo XXI, todos esos avances si acabamos viviendo así: terror, violencia, muerte… Lo que estamos viviendo era inimaginable aquí hace tres o cuatro años. Parece imposible, pero le puede tocar a cualquiera. Pero no tiene por qué ser así, las cosas no son inevitables, no se acostumbren a la situación en Siria. No queremos ser solo parte de una noticia. La guerra en Siria no es solo una noticia, es parte de nuestro presente y quizá también de nuestro futuro.”