Estaba yo en el vientre, y el Señor me
llamó;
en las entrañas maternas, y pronunció mi
nombre
Hoy celebramos la fiesta del nacimiento
de Juan Bautista. En la Iglesia solo hay tres nacimientos que celebramos, el de
Jesús, el de María y el de Juan Bautista, o sea, esto nos indica que la fiesta
de hoy es importante.
He querido empezar con esa frase de la
primera lectura porque Juan Bautista es un profeta, un enviado de Dios, que ya
desde el seno materno fue elegido por Dios para su misión. Siempre que he
pensado en Juan Bautista lo he relacionado con la alegría, después del anuncio
del Ángel a María, cuando ella se va visitar a su prima Isabel, nos dice la
Biblia, que Juan daba saltos de alegría, él y su madre, fueron los primeros en
reconocer a Jesús, cuando Jesús se acerca a sus vida la primera actitud es la
alegría, cuando Jesús se acerca a nuestras vidas, la alegría brota.
También nosotros como Juan fuimos
elegidos desde nuestra concepción. No somos fruto del azar, de la casualidad, me gusta decir que nosotros creemos en caUsalidades, todo
tiene su causa, Dios todo lo provee por y para nosotros. Esto o te lo crees o
no, pero si te lo crees tiene unas implicaciones muy importantes. Nosotros por
el bautismo fuimos consagrados profetas: sin miedo, hemos de poder mirar de
cara a nuestros hermanos que están alejados de Dios y decirles: tu vida tiene sentido, no estás aquí de
rebote, Dios tiene un proyecto para ti, te quiere hacer feliz.
Juan así lo hacía, mostraba con su forma de vida y a
través de sus palabras a aquel que puede cambiar toda realidad. El Señor quiere
que le manifestemos en nuestra conducta y en nuestras palabras allí donde se
desenvuelve diariamente el trabajo, la familia, las amistades..., en el
comercio, en la Universidad, en el colegio, allí donde estemos, aunque parezca
que ese apostolado no es de mucho alcance. Es la misma misión de Juan la que el
Señor nos encomienda ahora, en nuestros días: preparar los caminos, ser sus
heraldos, los que le anuncian a otros corazones. Esto pide coherencia entre lo
que decimos y hacemos, esta es la prueba de la convicción y de la validez de lo
que proclamamos.
Queridos hermanos, cuando algunos judíos les dijeron a
los seguidores de Juan que Jesús estaba reclutando más discípulos que él, ellos
fueron a quejarse a Juan y él respondió: Oportet
illum crescere, me auten minui, conviene que Él crezca y que yo disminuya.
Esta es la tarea de nuestra vida: que Cristo llene nuestro vivir. Oportet illum crescere... Entonces
nuestro gozo no tendrá límites. En la medida en que Cristo, por el conocimiento
y el amor, penetre más y más en nuestras pobres vidas, nuestra alegría será
incontenible.
Hoy es un día de fiesta, pero fiesta de verdad, el ritmo
de vida, nos hacer pensar que fiesta significa no ir a trabajar, un día de
vacación… pero fiesta es mucho más que un día no laborable. Hoy celebramos la
alegría de Cristo, esta es nuestra fiesta, alegría que Juan invitaba a recibir.
Sintámonos elegidos por Dios a ser destinatarios de esa júbilo, ¿sabéis que
pasa cuándo se tiene alegría? Pues que brota y no se puede refrenar, se
contagia, con este ánimo al salir de la iglesia sintámonos llamados a preparar
el camino del Señor, a invitar, contagiar el gozo de Cristo.