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"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

sábado, 23 de junio de 2012

Homilía fiesta de San Juan Bautista (ciclo B)


Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre

Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de Juan Bautista. En la Iglesia solo hay tres nacimientos que celebramos, el de Jesús, el de María y el de Juan Bautista, o sea, esto nos indica que la fiesta de hoy es importante.
He querido empezar con esa frase de la primera lectura porque Juan Bautista es un profeta, un enviado de Dios, que ya desde el seno materno fue elegido por Dios para su misión. Siempre que he pensado en Juan Bautista lo he relacionado con la alegría, después del anuncio del Ángel a María, cuando ella se va visitar a su prima Isabel, nos dice la Biblia, que Juan daba saltos de alegría, él y su madre, fueron los primeros en reconocer a Jesús, cuando Jesús se acerca a sus vida la primera actitud es la alegría, cuando Jesús se acerca a nuestras vidas, la alegría brota.
También nosotros como Juan fuimos elegidos desde nuestra concepción. No somos fruto del azar, de la casualidad, me gusta decir que nosotros creemos en caUsalidades, todo tiene su causa, Dios todo lo provee por y para nosotros. Esto o te lo crees o no, pero si te lo crees tiene unas implicaciones muy importantes. Nosotros por el bautismo fuimos consagrados profetas: sin miedo, hemos de poder mirar de cara a nuestros hermanos que están alejados de Dios y decirles: tu vida tiene sentido, no estás aquí de rebote, Dios tiene un proyecto para ti, te quiere hacer feliz.
Juan así lo hacía, mostraba con su forma de vida y a través de sus palabras a aquel que puede cambiar toda realidad. El Señor quiere que le manifestemos en nuestra conducta y en nuestras palabras allí donde se desenvuelve diariamente el trabajo, la familia, las amistades..., en el comercio, en la Universidad, en el colegio, allí donde estemos, aunque parezca que ese apostolado no es de mucho alcance. Es la misma misión de Juan la que el Señor nos encomienda ahora, en nuestros días: preparar los caminos, ser sus heraldos, los que le anuncian a otros corazones. Esto pide coherencia entre lo que decimos y hacemos, esta es la prueba de la convicción y de la validez de lo que proclamamos.
Queridos hermanos, cuando algunos judíos les dijeron a los seguidores de Juan que Jesús estaba reclutando más discípulos que él, ellos fueron a quejarse a Juan y él respondió: Oportet illum crescere, me auten minui, conviene que Él crezca y que yo disminuya. Esta es la tarea de nuestra vida: que Cristo llene nuestro vivir. Oportet illum crescere... Entonces nuestro gozo no tendrá límites. En la medida en que Cristo, por el conocimiento y el amor, penetre más y más en nuestras pobres vidas, nuestra alegría será incontenible.
Hoy es un día de fiesta, pero fiesta de verdad, el ritmo de vida, nos hacer pensar que fiesta significa no ir a trabajar, un día de vacación… pero fiesta es mucho más que un día no laborable. Hoy celebramos la alegría de Cristo, esta es nuestra fiesta, alegría que Juan invitaba a recibir. Sintámonos elegidos por Dios a ser destinatarios de esa júbilo, ¿sabéis que pasa cuándo se tiene alegría? Pues que brota y no se puede refrenar, se contagia, con este ánimo al salir de la iglesia sintámonos llamados a preparar el camino del Señor, a invitar, contagiar el gozo de Cristo.