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"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

sábado, 26 de mayo de 2012

Homilía Domingo de Pentecostés-Ciclo B


Curiosa escena nos presenta el Evangelio de hoy… si los apóstoles durante 50 días han podido estar con Jesús resucitado, le han tocado e incluso han comido con Él… ¿cómo es que hoy nos los encontramos reunidos, eso sí, pero no con gozo, no con alegría… sino unidos por lo más penoso que les puede unir… el MIEDO? De repente, algo pasó, nos dice la primera lectura que un gran ruido del cielo irrumpió en aquel cuarto que tenía las puertas y ventanas cerradas, debió ser grande el estruendo pues gente de diversas procedencias que estaban por allí, fueron al lugar a ver qué sucedía. ¿Qué pasó en aquel cuarto de Jerusalén para que unos cobardes discípulos se decidieran a abrir las puertas, a hablar en idiomas que ellos no conocían y sobre todo, cambiar su miedo en gozo, júbilo…? Mirad: nos dice la Biblia que tan contentillos estaban que parecían borrachos… Ya no es el miedo el que les une, ¡es la fuerza de Espíritu Santo!
Hoy nosotros celebramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu, hoy esa fuerza que irrumpió hace 2000 años sigue irrumpiendo en la vida de miles y miles de personas. Es complicado entender al Espíritu. A los niños de catequesis les digo que el Espíritu es como la música, que no se ve, pero se escucha, se siente, te provoca sensaciones… ¿Cómo podemos vivir nosotros esta Espíritu?
Cuentan que mientras trabajaba Miguel Ángel en la obra considerada “la más perfectas de las esculturas”, el David, un niño lo observaba pegar martillazos a aquella roca de mármol sin forma. Al acabar el artista mostró a los espectadores su obra maestra y el pequeño, que junto a su padre contemplaba la perfección de aquella figura, le preguntó a éste: papá… cómo sabía Miguel Ángel que dentro de esa roca sin forma e incluso fea se encontraba este Señor, el David. Esta historia ilustra de forma singular la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas: Él es el artista, el escultor que va puliendo la roca a veces sin forma que somos y nos va perfeccionando. Claro todo artista necesita un referente, un modelo  ¿quién es el modelo? ¿En quién se inspira el Espíritu? En Jesucristo, el hombre perfecto. Nuestro trabaja consiste en ser dóciles a sus inspiraciones, en dejarnos trabajar por el cincel del Espíritu. Porque a nosotros en el bautismo se nos es regalado lo más preciado que alguien puede tener: el ser hijos de Dios. Este Dios, tiene un proyecto para cada uno de nosotros, un plan, un designio, es mediante el Espíritu como nosotros lo vamos realizando, pero claro… sería un poco irresponsable decir: ah! ¡Pues que trabaje el Espíritu! La llave de paso la tenemos nosotros, yo decido dejar trabajar al Espíritu en mi vida.
Los apóstoles se dejaron moldear por Él, salieron de aquella casa y ya no volvieron a tener miedo, les daba igual arriesgar la vida con tal de anunciar aquello que les llenaba de gozo y sentido. Los santos, se han dejado modelar por el Espíritu, es curioso como a veces la gente no entiende a la iglesia, ni al Vaticano, ni a los curas… pero en cambio sí que se quitan el sombrero al ver los frutos que dio la Madre Teresa de Calcuta, o como reconocen que el mensaje del Santo Padre es de paz y justicia para todos. Los discípulos hablaban en muchísimos idiomas… pero no seamos ingenuos, el idioma no deja de ser el vehículo, lo importante es el mensaje que anunciaban. Jesucristo no es Alguien que quedó en el ayer. Hoy somos nosotros los que lo hemos de anunciar, es el Espíritu el que nos impulsa a hacerlo, y el que no lo hagamos es ir en contra de nosotros mismos. Ya no cabe miedo ni esos mal entendidos respetos humanos, ya no vale aquello de ¿Qué van a pensar de mí si les digo que voy a misa?, o peor aún ¿Qué me van a decir si les invito a misa?
Hermanos: alegría, gozo, júbilo, ánimo. El Espíritu de Dios está EN nosotros, la fuerza del Amor nos transforma, Jesús nos acaba de decir: cómo el Padre me ha enviado yo os envío a vosotros, dejémonos llevar por Él, que la eucaristía que vamos a recibir nos dé esa convicción, la convicción de ser hijos de Dios, enviados a anunciar, para compartir, este gran regalo.
Que así sea.