Traduce la página

"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

domingo, 11 de noviembre de 2012

Homilía Domingo XXXII Tiempo ordinario (Ciclo B) Primera Misa Santo Domingo (Inca)


Hace dos días en catequesis de confirmación, les conté a los chicos cómo había sentido la vocación, lo que llamamos el testimonio vocacional. Empecé diciendo que un día estaba en casa viendo televisión y vi como detrás del televisor salía como humo, era una nube y encima Jesús que me decía ¡Hazte cura! Obviamente esto no es así, no es verdad, pero empecé así porque parece que hoy en día que alguien decida hacerse sacerdote es algo muy raro, parece imposible que Dios llame a alguien a ser sacerdote.
¿Y si no vi a Jesús en una nube… cómo es que creo en Dios? Esa podría ser una pregunta lógica después de decir que Dios no me ha llamado subido a una nube. La respuesta es complicada por qué no sabría decir en qué momento tomé conciencia del amor que Dios nos tiene a cada uno, él amor que Dios me tiene a mí. Desde pequeño es verdad que fui bautizado y luego hice la comunión, pero más allá de eso, poca cosa en mi vida relacionada con la Iglesia, sin embargo si vuelvo la mirada atrás veo como Dios siempre ha salido a mi encuentro. Al llegar a Mallorca, tras la dureza que supone para un chico de 15 años dejar a su familia y amigos, me encontré con la alegría de un grupo de seminaristas que no sé porqué me entusiasmó, descubrí como si estaba cerca de Dios la alegría venía sola.
El momento de decidir para donde encaminar mis estudios fue decisivo. Es cuando uno se pregunta qué hacer de su vida, y aún más… ¿para qué estoy yo en este mundo? ¿Qué sentido tiene mi vida? La respuesta es igual en todos nosotros… queremos ser felices. El sacerdocio es la respuesta que Dios tiene a mi pregunta sobre mi felicidad.
Estoy muy feliz pues el Dios en quien creemos, Jesucristo, un día subió a una montaña y llamó a los que él quiso… entre los que eligió para estar con Él, pronunció mi nombre. Dios me ha elegido para estar en medio de su pueblo para perdonar en su nombre, acoger en su nombre, hablar en su nombre, ungir en su nombre, amar en su nombre.
El pasado sábado consagré toda mi vida a Dios y a su Iglesia, y alguien puede pensar… ¡qué buen chico! Hace un gran favor a Dios, y lo cierto es que es Dios el que me está haciendo un gran favor a mí.
En el Evangelio de hoy se nos presenta a una pobre viuda que da un par de monedas… unos pocos céntimos de hoy… insignificante para todo y para todos… menos para Dios. Jesús con su mirada atenta ve en aquello la entrega total de una persona a su providencia, no le ha dado lo que le sobra, le ha dado todo lo que tenía para vivir, y por tanto en aquella ofrenda iba su viva al completo, no se ha reservado nada… por si acaso. Vemos aquí una radicalidad de vida, una vida entregada al completo a la providencia de Dios. Ante este ejemplo es imposible mirar para otro lado, nos miramos en el espejo del Evangelio y vemos cuánto nos falta en entrega a Dios. Cuentan que un día fue un señor a confesarse y de penitencia le dijo el sacerdote: haz limosna, y claro el señor pregunto… pero ¿cuánto? Y el cura le dijo: hasta que te duela. Y es que claro, todos somos muy amigos y cristianos hasta que… nos tocan el bolsillo. 
Hoy quisiera invitaros a la luz del Evangelio a ver en esas moneditas que echamos en el cepillo no solo una ofrenda de lo que nos sobra, sino que ellas pongamos nuestra vida, todo lo que somos, lo que hacemos, la familia, los hijos, el trabajo, los éxitos, los fracasos, los sinsabores… todo lo que somos, pues una cosa es cierta, y por eso dije sí a Dios la semana pasada, CRISTO NO QUITA NADA, CRISTO NOS LO DA TODO, solo desde la entrega total, el abandono generoso, damos lugar a Dios en nuestras vidas, y solo desde ahí el puede actuar, el puede dar sentido a lo que somos y lo que hacemos, solo desde ahí, Él nos salva.