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"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

domingo, 3 de junio de 2012

Homilía Santísima Trinidad – Ciclo B


        Seguramente todos conocéis la historia que cuenta que San Agustín paseaba por la playa mientras intentaba comprender el misterio de la Santísima Trinidad cuando se encontró a un niño que intentaba meter toda el agua de la mar en un agujerito que había hecho en la arena. Agustín le dijo que eso era imposible y el niño le respondió que todavía era más imposible comprender el misterio de Santísima Trinidad para una inteligencia humana.
Esta historia es bastante ilustrativa porque nos hace ver que el misterio de la Trinidad, es justamente eso, un misterio, y que intentar hablar de él no es nada fácil.
Pero… ¿por qué los cristianos creen en la Santísima Trinidad? ¿No es bastante difícil creer que Dios existe como para todavía añadir que también es «uno y trino»? ¡Los cristianos creemos que Dios es «uno y trino» porque creemos que Dios es amor!
Si Dios es amor, tiene que amar a alguien, no existe un “amor al vacío”, sin objeto. Pero... ¿a quién ama  Dios para ser definido como Amor? ¿A los hombres? Pero los hombres sólo existen desde hace tan sólo unos millones de años... ¿al cosmos? ¿al universo? Pero el universo sólo hace unos millones de años que existe... antes de todo esto... Dios existía, es eterno... ¿a quién amaba Dios? No podemos decir que se amaba a él mismo porque eso no sería amor, sería egoísmo o narcisismo. La respuesta cristiana es clara: Dios es amor porque desde la eternidad tiene dentro de si un hijo, el Verbo, a quien ama con un amor infinito, a este amor, lo denominamos Espíritu Santo. Uno que ama, es decir, el Amante, uno que es el Amado, y uno que es el Amor que los une en comunión.
En la primera lectura del Deuteronomio, hemos visto un Dios que se desvive por su pueblo, que a veces incluso se muestra celoso ante la indiferencia de sus elegidos, nos dice que Él es un Dios-para-nosotros, y que lo que quiere es que sigamos sus consejos para ser felices.
San Pablo, nos muestra otra característica, y para mí, la clave de nuestra alegría. Dios es un Dios-en-nosotros, que no sólo nos acompaña sino también que hace morada en nosotros. Nos dice que ya no tenemos un espíritu de esclavitud, ya no tenemos que estar a merced de los dioses, no hemos de tener miedo de sus caprichos, nosotros tenemos un espíritu de hijos, Dios es nuestro Padre, considerar esto nos tendría que llenar de alegría, que Dios sea muestro Padre implica muchas cosas… ¿qué Padre no escucha a su hijo? ¿Qué padre no socorre a su hijo cuando este le necesita? ¿Qué padre no mira más las virtudes que los defectos, pecados de su hijo? A veces nos olvidamos que pedimos perdón a Dios porque no correspondemos a su amor, pero este perdón no es más que una consecuencia del amor primero que Él nos tiene.
En el Evangelio se nos da una última característica de Dios: es un Dios-con-nosotros, acabamos de escuchar que Él está con nosotros hasta el fin del mundo. Nos ha enviado a hacer discípulos suyos, a veces un trabajo duro, trabajo de sembrar y no de recoger, nos podemos desanimar... pero ¡tranquilos!, no vamos por libres, ¡no somos francotiradores!, Él está con nosotros, y con Él toda la Iglesia.
Está claro que la Trinidad es un misterio, pero creo que no nos tenemos que quedar en una elucubración teológica, sino que lo importante de la Trinidad es vivirla. Aunque las Tres Divinas Personas sean inseparables, para una mejor comprensión, al Padre se le atribuye la Creación, así no nos resulta difícil reconocerlo en una puesta de sol, en un bello paisaje o al contemplar la naturaleza humana. Al Hijo, la redención, es por Él que somos hijos en el Hijo, sabemos que hay un Padre porque hay un Hijo. Y al Espíritu Santo se lo atribuye la obra de santificación. ¿Qué quiere decir eso de santificación? Cuentan que cuando Miguel Ángel esculpía al David, la escultura más perfecta del hombre, había un niño que lo observaba hacerlo, lo vio escoger la piedra y vio como la trabajaba. Cuando el artista hubo acabado, mostró la perfección de aquella figura, y el niño pidió a su padre: papá, ¿cómo sabía Miguel Ángel que dentro de aquella roca había este señor?, ¿cómo sabía que había el David? Así Dios Padre, cuando nos creó nos hizo su imagen y semejanza. La obra del Espíritu Santo en nuestra vida es esta, ir esculpiendo la roca que somos y sacando así todo aquello que nos separa de ser cómo Dios y haciendo que sobresalga todo lo bueno que tenemos. Nuestro trabajo consiste al dejarnos trabajar por el Espíritu.
Es curioso como a veces damos muchas cosas por supuestas, si nos preguntan por la calle en qué Dios creemos nos ponen en un compromiso pues no sabemos que tenemos que responder. Ayer leía un artículo que decía que cada cinco minutos muere un cristiano por el hecho de ser cristiano, por el hecho de decir yo creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias a Dios en España no nos toca vivir este tipo de persecución religiosa, pero esto no nos puede acomodar, no nos puede hacer caer en un aburguesamiento dónde todo está permitido, donde todo vale, tenemos que estar preparados para la cultura en la que vivimos, tenemos que dar razones de nuestra fe, tenemos que saber responder cuando nos pregunten qué decir que Dios es Padre, o que es Espíritu Santo, tenemos que tener un mejor manejo de la Biblia, somos capaces de leernos en un par días un libro, y puede pasar un mes o dos sin abrir ni por casualidad el Nuevo Testamento para leer un capítulo. Hermanos tenemos que cuidar el regalo que Dios nos hace, Dios en el bautismo nos ha colmado de dones, hemos ser responsables, responder a la oferta que se nos hace, tenemos que dar fruto. Es verdad que Dios es capaz de hacer cosas imposibles, pero no le damos tanto de trabajo, esforcémonos en profundizar nuestra relación con Él.
Por lo tanto, ánimo, coraje, no estamos solos, ante las dificultades, adversidades, problemas... aunque sean muy grandes, tenemos que saber que más grandes es nuestro Dios. Hagamos que nuestra vida sea toda llena de sentido y sea toda ella para dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era al principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.