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"Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente" Pablo Domínguez

lunes, 25 de junio de 2012

La Mirada Serena. Beato Martín Martínez Pascual

Navegando por los mares de internet me encontré de frente con una foto que me resultó muy familiar. Supongo que a los que hayan visto La Última Cima también se los parecerá. Ya en la película me impactó la serenidad y la paz que irradiaban los ojos de este sacerdote a punto de ser fusilado. No sabía nada de él ni de su causa, pero me ha parecido interesante presentarles a una persona valiente que no dudó en dar su vida por Cristo. Hoy, donde tanto nos pensamos muchas veces si hablar o no hablar en público y según delante de quién por miedo a ser tachados de retrógrados, fascistas, homófobos y hasta beatos… pues ¡ojalá hicieramos méritos en vida para que ser realmente beatos y no sólo eso sino santos también! pues si éstos son los ojos de alguien que va a morir… me atrevo a decir que son los ojos de alguien que tenía la certeza y la serenidad de saber a dónde iba y quién le esperaba.
Beato Martín Martínez Pascual. Nació en Valdealgorfa, provincia de Teruel y diócesis de Zaragoza, el 11 de noviembre de 1910.
Su vocación surgió del contacto con un sacerdote ejemplar, D. Mariano Portolés, que suscitó muchas vocaciones en Valdealgorfa. Este sacerdote cultivaba con esmero los gérmenes de vocación y acompañaba a los seminaristas en vacaciones.
De niño entró en el Seminario de Belchite y luego continuó en el Seminario mayor de Zaragoza donde hizo todos los estudios, salvo el último curso 1934-35, que ya había ingresado en la Hermandad. Recibió la ordenación sacerdotal el 15 de junio de 1935. Fue destinado como formador al Colegio de San José de Murcia y como profesor del Seminario diocesano de San Fulgencio.
 Terminado el curso, hizo los ejercicios espirituales en Tortosa del 26 de junio al 5 de julio de 1936. Luego marchó de vacaciones a su pueblo y allí le sorprendió la persecución.
 El 26 de julio, avisado de que lo buscaban para matarlo, se escondió en casa de algunas familias amigas. Más tarde huyó a una finca a tres kilómetros del pueblo y se ocultó en una cueva.
El 18 de agosto por la mañana detuvieron a todos los sacerdotes que había en Valdealgorfa. Al no encontrar a Martín, encarcelaron a su padre. Inmediatamente, la familia envió recado a D. Martín para que escapara. Pero éste, en cuanto se enteró, echó a correr a toda prisa hacia el pueblo para presentarse al Comité. Un miliciano muy amigo le salió al paso, rogándole que huyera; pero Martín le dijo que no podía consentir que su padre padeciera por él y que quería correr la misma suerte que los demás sacerdotes. Ya ante el Comité, este miliciano todavía quiso salvar a Martín, diciendo que se trataba de un joven estudiante. Pero él confesó que era sacerdote y dio a su amigo un abrazo para que lo transmitiera a su familia. “Yo quiero morir mártir con mis compañeros”, decía.
Sólo estuvo unos minutos apresado. Inmediatamente lo llevaron a pie hasta la plaza del pueblo, donde lo subieron con otros cinco sacerdotes y nueve seglares a un camión camino del cementerio. Antes de llegar, en el camino, los mataron. Los colocaron de espaldas; pero Martín quiso morir de frente, como lo vemos en la foto. Antes de disparar, les preguntaron si deseaban alguna cosa. Martín respondió: “Yo no quiero sino daros mi bendición para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer”. Y después de bendecirles añadió: “Y ahora que me dejéis gritar con todas mis fuerzas: ¡Viva Cristo Rey!”.

Madre Teresa: un canto a la vida. Video con Juan Pablo II


El 24 de septiembre de 1928, a la juvenil edad de dieciocho años, deja a su madre viuda y a su jovencita hermana Aga para irse de misionera a la India. Pero ¿qué sabía ella de la India, de los pobres, de los leprosos, de los moribundos abandonados por las calles como desechos sin valor alguno? ¡Nada de eso sabía la joven muchacha albanesa! Pero tenía en el corazón el fuego del amor… y el amor es presencia de Dios; y con Dios todo es posible.


En ese día, Inés (nombre de pila de Madre Teresa) abraza a su madre bajo la marquesina de la estación ferroviaria de Zagreb: nadie se entera, nadie toma nota, pero en aquel momento da comienzo la maravillosa aventura de la mujer más famosa del siglo XX. La madre llora, y la hija también, porque toda despedida es un desgarro: pero el amor es, en ambas, más fuerte que el dolor de la separación.

La mamá tiene el coraje de decirle: "¡Hija mía! Cuando aceptes una tarea, llévala a término con generosidad. De lo contrario, no la aceptes. ¡Y vete en paz! ¡No te preocupes por mí! Procura no pertenecer a nadie: sé toda de Dios y así serás toda de los pobres!"
¡Qué madre! Se abrazaron fuertemente y nunca más volvieron a abrazarse en esta vida; aunque la mamá falleció en el 1972, cuando Madre Teresa ya era famosa en todo el mundo…
Los años pasan… y Madre Teresa siente en el corazón un grito incesante: "¡Tengo sed! ¡Tengo sed de tu amor! ¿No te das cuenta de que estoy esperando tu amor en tantísimos pobres que merodean por las calles de Calcuta y de todo el mundo?" Madre Teresa titubea: "¿Qué puedo hacer yo?" Tiene miedo. Pero luego, con la decisión propia de los enamorados, exclama: "Corresponderé a tu amor en todos los pobres del mundo: esta será mi vocación, el objetivo de mi vida!"
El 21 de junio de 1952 llueve en Calcuta; más bien, diluvia. Como cada mañana, Madre Teresa toma el tranvía hacia los barrios más pobres. Va mirando fuera desde la ventanilla, cuando ve una persona tendida en la calle. La gente pasa cerca sin hacerle caso. Todos tienen demasiada prisa para darse cuenta de que aquel bulto es un ser humano. Madre Teresa se baja en la primera parada y, corriendo bajo la lluvia, se dirige hacia aquel punto. Se trata de una mujer extendida bajo un árbol y completamente empapada de agua. Tiene el cuerpo roído por los ratones y está agonizante. Madre Teresa la toma en sus brazos y corre hacia el hospital más cercano.
"¡Por favor, ayúdenme! - grita suplicando -. Esta mujer se está muriendo en la calle; necesita atención médica urgente". "Lo siento, Hermana -le contesta el enfermero en la puerta del hospital-. Son miles los que están en las mismas condiciones. ¡No hay hospitales suficientes en Calcuta para atenderlos a todos…" "Pero, ¡por favor! ¡Si no me ayudan, morirá!…" "¡Lo siento, Hermana! Llévese de aquí a esa mujer: está obstruyendo el paso. ¡En este centro acogemos sólo a personas que tienen la posibilidad de ser curadas, y esa señora está más muerta que viva.... Uhm! ¡Ya apesta! ¡Lárguese de una vez!…"
A Madre Teresa le cuesta creer lo que está oyendo. Con la mujer en sus brazos, sale bajo la tormenta y se encamina de nuevo hacia otro hospital. Pero la escena se repite. Y cuando se encuentra de nuevo en la calle, se da cuenta que la mujer que lleva en brazos, está muerta.
¡Con este drama se desencadena la grande y loca "aventura de la caridad" de la Madre Teresa de Calcuta!

¿Por qué, como ella, no hacemos algo más también nosotros?

Es conocida la admiración que Juan Pablo II sintió ante la figura y la obra de la Madre Teresa de Calcuta. El Papa siempre destacó el testimonio de la entrega a los más necesitados de la fundadora de las Misioneras de la Caridad, como muestran estas palabras del Papa en el primer aniversario de la muerte de la Madre Teresa:
"Hace exactamente un año, la tarde del 5 de septiembre, moría en Calcuta la madre Teresa. Su recuerdo sigue vivo en el corazón de cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en el mundo entero. Esta pequeña mujer, de familia humilde, realizó una obra admirable con la fuerza de la fe en Dios y del amor al prójimo" (1998).
En 1986 la Madre Teresa recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. El siguiente vídeo es un recuerdo valioso de áquel momento histórico: