El 24 de septiembre de 1928, a la juvenil edad de dieciocho años, deja a su madre viuda y a su jovencita hermana Aga para irse de misionera a la India. Pero ¿qué sabía ella de la India, de los pobres, de los leprosos, de los moribundos abandonados por las calles como desechos sin valor alguno? ¡Nada de eso sabía la joven muchacha albanesa! Pero tenía en el corazón el fuego del amor… y el amor es presencia de Dios; y con Dios todo es posible.
En ese día, Inés (nombre de pila de Madre Teresa) abraza a su madre bajo la marquesina de la estación ferroviaria de Zagreb: nadie se entera, nadie toma nota, pero en aquel momento da comienzo la maravillosa aventura de la mujer más famosa del siglo XX. La madre llora, y la hija también, porque toda despedida es un desgarro: pero el amor es, en ambas, más fuerte que el dolor de la separación.
La mamá tiene el coraje de decirle: "¡Hija mía! Cuando aceptes una tarea, llévala a término con generosidad. De lo contrario, no la aceptes. ¡Y vete en paz! ¡No te preocupes por mí! Procura no pertenecer a nadie: sé toda de Dios y así serás toda de los pobres!"
¡Qué madre! Se abrazaron fuertemente y nunca más volvieron a abrazarse en esta vida; aunque la mamá falleció en el 1972, cuando Madre Teresa ya era famosa en todo el mundo…
Los años pasan… y Madre Teresa siente en el corazón un grito incesante: "¡Tengo sed! ¡Tengo sed de tu amor! ¿No te das cuenta de que estoy esperando tu amor en tantísimos pobres que merodean por las calles de Calcuta y de todo el mundo?" Madre Teresa titubea: "¿Qué puedo hacer yo?" Tiene miedo. Pero luego, con la decisión propia de los enamorados, exclama: "Corresponderé a tu amor en todos los pobres del mundo: esta será mi vocación, el objetivo de mi vida!"
El 21 de junio de 1952 llueve en Calcuta; más bien, diluvia. Como cada mañana, Madre Teresa toma el tranvía hacia los barrios más pobres. Va mirando fuera desde la ventanilla, cuando ve una persona tendida en la calle. La gente pasa cerca sin hacerle caso. Todos tienen demasiada prisa para darse cuenta de que aquel bulto es un ser humano. Madre Teresa se baja en la primera parada y, corriendo bajo la lluvia, se dirige hacia aquel punto. Se trata de una mujer extendida bajo un árbol y completamente empapada de agua. Tiene el cuerpo roído por los ratones y está agonizante. Madre Teresa la toma en sus brazos y corre hacia el hospital más cercano.
"¡Por favor, ayúdenme! - grita suplicando -. Esta mujer se está muriendo en la calle; necesita atención médica urgente". "Lo siento, Hermana -le contesta el enfermero en la puerta del hospital-. Son miles los que están en las mismas condiciones. ¡No hay hospitales suficientes en Calcuta para atenderlos a todos…" "Pero, ¡por favor! ¡Si no me ayudan, morirá!…" "¡Lo siento, Hermana! Llévese de aquí a esa mujer: está obstruyendo el paso. ¡En este centro acogemos sólo a personas que tienen la posibilidad de ser curadas, y esa señora está más muerta que viva.... Uhm! ¡Ya apesta! ¡Lárguese de una vez!…"
A Madre Teresa le cuesta creer lo que está oyendo. Con la mujer en sus brazos, sale bajo la tormenta y se encamina de nuevo hacia otro hospital. Pero la escena se repite. Y cuando se encuentra de nuevo en la calle, se da cuenta que la mujer que lleva en brazos, está muerta.
¡Con este drama se desencadena la grande y loca "aventura de la caridad" de la Madre Teresa de Calcuta!
¿Por qué, como ella, no hacemos algo más también nosotros?
Es conocida la admiración que Juan Pablo II sintió ante la figura y la obra de la Madre Teresa de Calcuta. El Papa siempre destacó el testimonio de la entrega a los más necesitados de la fundadora de las Misioneras de la Caridad, como muestran estas palabras del Papa en el primer aniversario de la muerte de la Madre Teresa:
"Hace exactamente un año, la tarde del 5 de septiembre, moría en Calcuta la madre Teresa. Su recuerdo sigue vivo en el corazón de cada uno de nosotros, en toda la Iglesia y en el mundo entero. Esta pequeña mujer, de familia humilde, realizó una obra admirable con la fuerza de la fe en Dios y del amor al prójimo" (1998).
En 1986 la Madre Teresa recibió la visita de Juan Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. El siguiente vídeo es un recuerdo valioso de áquel momento histórico:
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