Si nos llegamos a creer que Dios existe no creo que
podamos entenderlo como alguien separado de nosotros, como alguien ajeno, ni
tampoco como alguien que está en el cielo mirándonos como quien va y se sienta
en una butaca de teatro. Digo esto porque para un cristiano es Jesús quien
nos acerca a este Dios incomprensible, es Él quien nos muestra con claridad
quien es este Dios-Amor en quien creemos.
Ahora bien, aterricemos, cuando el amor se derrama es
imposible que no moje. La palabra vocación viene del vocablo latino “vocare”
que significa llamada. Cuando decimos que hay una llamada indirectamente
estamos diciendo que alguien está llamando, no puede haber una llamada sin
alguien que llame.
Yo creo que todos tenemos la misma llamada, la misma
vocación, tanto creyentes como no creyentes. Todos nos sentimos llamados a “ser
felices”. Cuando la persona toma conciencia de que está mojado por el amor de
Dios, cuando la persona escucha y se siente invadida por esta paz que brota de
Dios, cuando logra entender que esa “llamada” a ser feliz no se la ha sacado de
su propia manga, sino que es el mismo Dios el único interesado en “mi” propia
felicidad, puede decir “Señor aquí me tienes, hazme feliz, te digo SI a lo que
pidas, te digo SI al proyecto que para mí tu has ideado. Te digo SI como Maria
y me abandono a tus manos.
Antes de entrar en el seminario MI proyecto era estudiar
ciencias políticas, era lo que me hacía ilusión, era lo que me gustaba, pero
pronto, con la ayuda de aquellos “angelitos” que Dios te envía para decirte que
no estás solo, descubrí que la pregunta no debía ser ¿Qué me gustaría ser de
mayor? la pregunta debía ser: Señor ¿Qué quieres que haga?
Cuando tenía 15 años, mis padres decidieron que por el
bien mío y el de mis hermanos debíamos emigrar de Argentina a España.
Esto para mí, y aunque en un principio no tenía conciencia, fue muy duro. No
lograba adaptarme, me gustaba estudiar pero no entendía los libros, tenía
amigos pero ellos estaban en Argentina, tenía familia pero la tenía lejos de
mí, o la que tenía cerca estaba tan descolocada como yo. Fue cuando más perdido
estaba cuando me encontré con uno de aquellos ángeles del principio, un
sacerdote. En mi casa nunca han sido muy creyentes, practicantes ni hablar y de
la iglesia solo había escuchado hablar mal. Este sacerdote me invito a participar
de un campamento de verano, yo en ese momento le dije “ah, bueno, sí”... Ojalá
te olvides...
Llegó el día del campamento y otra vez culpa de mi
timidez tuve que decir “si, iré”. Menos mal que soy tímido, de no haberlo sido,
es posible que hoy estubiese aquí, aquellas ganas por no ir se convirtieron
para mí en unas ganas de estar y vivir con Jesús que duran hasta hoy. Así
empezó mi vivencia cristiana.
Dicen que Dios habla en un lenguaje torcido, en un
lenguaje que nosotros no podemos entender, y ya lo creo, quien me diría a mi,
que Dios sirviéndose de lo que es para mi un defecto como es la timidez,
hubiera encontrado la oportunidad para hablarme, para llamarme, para amarme.
Yo creo en las mediaciones, creo que toda mi vida, desde que
estaba en mi madre hasta hoy aquí, es el camino por el que Dios me conduce. Es
Éste padre de la parábola del Hijo Pródigo el que me ha cogido la mano y me
lleva hacia Él. Haga lo que haga, estando mi vida dentro o fuera del seminario,
Dios me lleva hacia Él.
Creo que de esto se trata la vocación, de dejarse llevar
por Jesús.
Yo no me creo que Dios solo quiera a 4 o 5 personas para
extender su amor. Dios llama, no se ha parado de llamar, ahora está llamando,
lo que pasa es que no le escuchamos o no le queremos escuchar, no tengáis
miedo.
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