La liturgia de
este domingo tercero de Adviento nos propone como tema la alegría, hoy
celebramos lo que se conoce tradicionalmente como el domingo de gaudete, que traducido del latín sería: alegraos, y es que si nos fijamos la
primera y segunda lectura casi empiezan de la misma manera, al menos con
similares palabras: Sofonías nos dice regocíjate,
llénate de gozo, y en la segunda vemos la recomendación de San Pablo a los
cristianos de Filipos: estad siempre alegres
en el Señor, de nuevo os lo repito, alegraos. Y a continuación, el apóstol
da la razón fundamental de esta alegría profunda: (alegraos porque…) el Señor está cerca. Y atentos, porque se deduce
fácilmente que si la alegría nos viene porque el señor está cerca… la tristeza
nos vendrá por nuestro alejamiento de Dios, o bien por nuestros pecados o bien
por nuestra tibieza.
La Sagrada
Escritura nos muestra como estar cerca del Señor es fuente de alegría: el ángel
dice a María alégrate llena de Gracia,
porque el Señor está contigo. Es la proximidad de Dios la causa de la
alegría de la Virgen. Y Juan Bautista, no nacido aún, manifiesta su gozo en el
seno de Isabel ante la proximidad del Mesías. Y a los pastores les dirá el
ángel: No temáis, os traigo una buena
nueva, una gran alegría que es para todo el pueblo, pues os ha nacido hoy un
Salvador. La alegría es tener a Jesús, la tristeza es perderle. La
gente seguía al Señor y los niños se le acercaban (los niños no se acercan a
las personas tristes) y todos se alegraban viendo las maravillas que hacía
Jesús.
Vemos en el
evangelio como la gente está expectante pues Juan Bautista les invita a la
espera del Salvador. La gente esperaba
algo más grande, tenían la esperanza que algo nuevo podía suceder. Hay un
director de cine francés que dice que no
hay nada más triste que el amanecer de un día en el que uno piensa que nada va
a suceder, levantarse y pensar que nada puede cambiar, que no hay nada nuevo
que se puede esperar. Resulta alarmante y desconcertante el grado de desánimo y
desgana que hay hoy en día entre la gente. Cuántas personas que creen que sus
vidas no tienen sentido y que ya nada puede cambiar (muchas lamentablemente, y
eso no sale en los medios de
comunicación, deciden quitarse la vida pues ya no tienen esperanza en mejorar y
salir adelante), mucha gente está desesperada, sin esperanza, triste ¿por qué?
Creo que el
Evangelio de hoy nos invita a ser testimonios
de esperanza, testigos de la alegría que da el estar cerca del Señor, un
Señor que viene en cada momento de nuestra vida a abrazar nuestra realidad, a
asumirla, a dar sentido al dolor, al sufrimiento del mundo. Hay varios autores,
entre ellos San Bernardo que nos hablan de las tres venidas de Cristo, la
primera fue hace dos mil años en Belén, la tercera será cuando venga a juzgar a
vivos y muertos, pero hay una intermedia, que es la venida que hace en cada
momento de nuestra vida.
Hay que estar
atentos, expectantes porque el Señor quiere estar presente en nuestro día a
día. Tú no metes a Dios en tu vida cuando tú quieres, es Él el que se mete en
tu vida sin pedir permiso, en el momento inesperado. Por eso conviene tener los
ojos bien abiertos pues viene el Señor y con Él la alegría.
Te invito a ti
que estás en tu casa o en el hospital, pasando una enfermedad o por vejez o
simplemente porque hoy has puesto la televisión y te has encontrado con la
misa, te invito a estar alegre, confiado en que el Señor viene, que está cerca
y necesita que tú le acerques a tantas personas que se encuentran hundidas, sin
ganas de salir adelante. Todos tenemos problemas, sin sabores que sin querer el
día a día va trayendo… la pena no nos la quita nada, los problemas los tienes
si eres cristiano o no, lo que cambia es la forma de enfrentarlos, la
perspectiva desde la cual contemplamos la realidad.
Por eso, nada de
sonrisas forzadas, nada de alegría postiza y comprada, hablamos de una alegría
profunda que no es un sentimiento, es un estado y es un síntoma indeleble de la
conversión, de la cercanía evidente de Dios. Nadie que haya conocido al Señor
–y haya perseverado—puede estar triste. Hemos oído muchas veces, la famosa
frase: “un santo triste es un triste
santo”. Y así es. Si la tristeza perdura en nuestros corazones es porque no
hemos recibido al Señor. No hemos aceptado su llegada. Por encima de los
sinsabores, enfermedades y problemas que podamos tener, está la alegría que
Dios comunica a los que le aman, la alegría que da el sentirse amado por Dios,
el sentirse alguien para Alguien, el sentirse alguien para Dios.
Misa televisada: http://ib3tv.com/carta?id=b66a9758-2ca0-41cf-86fe-0c066da996c3
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